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La Huaca Cao Viejo, ubicada en el complejo arqueológico El Brujo en Magdalena de Cao, en La Libertad, es uno de los temp ...
La cultura mochica ha sorprendido por sus prácticas funerarias complejas. Entre los descubrimientos más destacados está ...
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Por Rubén H. Buitron Picharde
Fundación Wiese | Complejo Arqueológico El Brujo.
Jefe de Laboratorio
La mayoría de personas se asombran con los objetos y el conocimiento que lograron nuestros antepasados, en especial aquellos relacionados con la muerte, tales como las momias y los fardos funerarios. En efecto, son repositorios de memoria y conocimientos sobre la vida y muerte en épocas pasadas.
El enfardado es una tradición que tiene antecedentes muy remotos; su presencia y complejidad se ha podido reportar en los diversos periodos prehispánicos. Incluso el hallazgo arqueológico más importante del Complejo Arqueológico El Brujo (CAEB), la Señora de Cao, se encontraba dentro de un gran fardo de época Moche.
Sin embargo, contrariamente a lo que se cree, la gran mayoría de fardos del CAEB no es Moche (periodo Intermedio Temprano, 100-800 d.C.) sino de la época Lambayeque (800-1375 d.C.). Luego del colapso de la sociedad Moche, alrededor del 700 d. C., la Huaca Cao fue reutilizada como un cementerio. El talud que cubrió la fachada norte del templo fue reocupado por fosas donde se colocaron fardos acompañados por alimentos, vasijas y otros artefactos.
Actualmente, la colección arqueológica del CAEB cuenta con 142 fardos funerarios debidamente identificados, de los cuales un 95% corresponde a la época Lambayeque. Las características de estos fardos son bastante complejas e intrigantes, pues presentan atributos diferentes a sus pares de la Costa Central y Sur, marcando un estilo propio de producción local con sutiles diferencias entre sí, vinculadas directamente a niveles adquisitivos, sexo, actividad productiva, etc.
La muerte en época prehispánica no era sencilla; implicaba un despliegue de procesos tales como la preparación del cuerpo del individuo muerto, obtención de envoltorios para el cadáver y accesorios, la preparación y obtención de ofrendas, la construcción de la estructura funeraria, los rituales y el luto o impacto que genera la ausencia de un integrante de la sociedad.
Respecto a la preparación de los fardos, hemos podido identificar que existe un tratamiento general con variaciones en los insumos y accesorios:
-Preparación del individuo. La mayoría de los individuos se encuentran en posición sentada y flexionada. Esta posición es reforzada por cuerdas de algodón que sujetan los tobillos y brazos. Se les colocaba placas metálicas dentro de la boca y/o en el área del rostro. Luego recubrían ésta con motas de algodón sin semillas.
-Colocación de envoltorios. La preparación del fardo funerario consistía en cubrir al individuo con textiles de algodón. Empezaban cubriendo la cabeza y luego el resto del cuerpo; para evitar que se desprendan las telas, un grupo de cuerdas de algodón ajustaban el fardo a la altura del
cuello y tórax. Este proceso de recubrir al individuo se realiza varias veces, haciendo que el fardo gane tamaño y volumen. Durante este proceso pueden incluirse algunos elementos especiales como vegetales, artefactos, etc.
-Colocación de accesorios. Una vez culminada la colocación de los envoltorios, el tratamiento es completado con la colocación de diversos accesorios. Uno de los procedimientos más comunes es la aplicación de pigmento rojo y amarillo en el área de “rostro” del fardo. Además, se ha identificado la presencia de máscaras, pelucas, coronas y turbantes. Finalmente, los fardos eran vestidos con prendas típicas de la época. El objetivo es que el fardo se asemeje a una forma humana lo más posible.
Efectivamente, se ha identificado que 61% de la colección de fardos Lambayeque de El Brujo presentan vestimenta. Esto se debe a la importancia que tenía el atuendo en épocas prehispánicas más allá de cubrir el cuerpo. Los fardos visten unkus (vestimenta con abertura verticales) o anakus (vestimenta con aberturas horizontales) según sea el caso. Este tipo de prendas se ha relacionado al sexo del individuo (Aponte, 2000; Prümers, 1998); así el unku tiene correspondencia con el varón, mientras que el anaku con la mujer.
La confección de estas prendas es bastante interesante y simple. En el caso del unku presenta aberturas de brazos y cuello verticales, mientras que el Anaku presenta aberturas de brazos y cuello horizontales.
Aunque las prendas sugieran el sexo biológico del personaje, ello no es determinante. Se debe realizar estudios antropológicos que confirmen esta relación. Sin embargo, sí podemos afirmar que el enfardado Lambayeque en el CAEB es uno de los más complejos y virtuosos estilísticamente de los Andes.
Por lo anterior, y como parte de las labores de investigación, conservación y difusión, la Fundación Wiese organiza los primeros domingos de cada mes el taller “Los fardos Lambayeque de El Brujo”, donde los participantes tendrán la oportunidad de visitar los laboratorios y los depósitos guiados por los especialistas, e incluso reproducir las técnicas del enfardo con insumos reciclados. El evento está dirigido al público en general.